#EDITORIAL

Volvimos con #Conectadxs en un contexto en el cual otras urgencias parecieran llamar la atención de las organizaciones sindicales. Sin embargo, las respuestas recibidas a las diversas actividades que estamos desarrollando nos indican que estos temas no se encuentran al margen.  

Nuestro trabajo va dando sus frutos: los días 4, 5 y 6 de julio nos reunimos con la Secretaría de Relaciones Internacionales de la UOMRA y de la CTA-T, con la UOM La Matanza y SUTEBA, hemos estado en la CGT con la Secretaría de Innovación y Futuro del Trabajo para debatir junto con compañeras de la IG Metall (el sindicato metalúrgico alemán) sobre innovación y su impacto en los sindicatos del siglo XXI.  

Continuamos con los cursos de SinDigital: han llegado a más de 200 compañeros y compañeras de todo el país y de países de la región. El uso de plataformas virtuales ha favorecido una amplia y muy activa participación en la temática de Comunicación Integral, Tecnología y Seguridad para sindicatos.

Hemos lanzado nuestra publicación sobre el impacto de las tecnologías en los sindicatos: “Tecnología y digitalización: el desafío sindical”. Un informe del que participaron 27 gremios (5 federaciones y 22 sindicatos) que representan aproximadamente a 1.300.000 trabajadoras y trabajadores de diversas actividades.

Hoy volvemos retomando temas, introduciendo nuevas perspectivas de análisis y reflexión, convencidas de que necesitamos desarrollar las capacidades institucionales que nos permitan orientar, promover y controlar los procesos de innovación para la construcción del trabajo del futuro con todos y todas.


Svenja Blanke

Directora FES – Argentina

Mónica Sladogna

Directora Proyecto Laboral-Sindical FES − Argentina

El empleo del tiempo

De un tiempo a esta parte, la jornada laboral reducida, acotada o corta se configura como un horizonte de posibilidad aplicable para reestructurar el campo del trabajo. Una serie de argumentos sustentados por varias pruebas piloto que se llevaron a cabo en distintos países (Finlandia, Portugal, Japón, entre otros) sostienen que su implementación podría tener impactos positivos a través del aumento de la productividad, reducción de accidentes laborales y de inasistencias, mejora en el ambiente y el humor de las y los empleados, además de tener un correlato en cuestiones estructurales como pueden ser el crecimiento del empleo a través de la incorporación de mayor personal al mundo laboral producto de las horas vacantes y un crecimiento económico evidenciado en el gasto que demandaría el tiempo de ocio.

Comúnmente, este tipo de innovaciones suele darse en áreas vinculadas al mundo “tech”, que por las propias características constitutivas del trabajo permite una mayor flexibilidad en lo que respecta a tiempo y espacios de labor: home office, trabajo por objetivos, remoto, y demás.


Sin embargo, en la Argentina la organización que volvió a colocar el tema en agenda fue la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (cuyos representantes frecuentemente son mencionados bajo el apelativo “metrodelegados”) al presentar un proyecto con el fin de reducir la jornada laboral sin que esto tenga repercusión en los salarios. La especificación sobre las variables salario y tiempo de trabajo es importante porque algunos proyectos contemplan que, junto con el recorte de horas de trabajo, se haga una reducción en la remuneración, aunque esta no sea, en primera instancia, significativa.


Según Roberto Pianelli, secretario general de la asociación gremial citada, ya se encuentran negociando con Emova Movilidad SA la reducción de la jornada a través de la incorporación de un día franco extra a la semana laboral de los trabajadores y las trabajadoras, acotando sus días de trabajo de seis a cinco. Los argumentos de Pianelli se desarrollan en dos líneas: la primera tiene que ver con los beneficios ya mencionados que comporta la reducción de la jornada laboral tanto a las y los trabajadores como a las empresas. Por otra parte, sostiene que la Argentina tiene una de las jornadas laborales más extensas del mundo, afirmación que es correcta según un informe que la OIT presentó en 2019, pues comparte el promedio de horas de trabajo con algunos países de la región, pero se encuentra muy por encima de las jornadas de varios países europeos.

En agosto de 2021, el diputado nacional Hugo Yasky presentó un proyecto con el propósito de que se debata la posibilidad de reducir la prestación laboral de 48 a 40 horas semanales, alegando entre sus argumentos que la ley 11.544 −que rige actualmente− fue aprobada en 1919 y que el tiempo y los contextos en el ámbito de trabajo y en la vida cotidiana cambiaron enormemente.


Tanto para el sector privado como para el gobierno el tema de la reducción de la jornada laboral parece ocupar un lugar marginal en una agenda regida por problemas de coyuntura vinculados con la canasta básica, la inflación, la creación de puestos de trabajo, el salario mínimo, etc.  


Asimismo, empresarios y empresarias han manifestado que la reducción de la jornada laboral , con la consecuente incorporación de trabajadores y trabajadoras a las plantillas, generaría una merma significativa en la rentabilidad de las empresas a través de mayores costos vinculados a salario y cargas sociales para los mismos niveles de producción y de horas trabajo.

Sindicatos, el viejo refugio ante el nuevo capitalismo 

En la primera entrega de “Conectadxs”, comentamos los avatares que atravesaron trabajadores y trabajadoras de Amazon al intentar establecer un sindicato para potenciar y fortificar una serie de demandas, tales como, salarios dignos, mejores condiciones de trabajo y respeto de las leyes laborales. Amazon, el segundo empleador más importante de Estados Unidos, establece un sistema de trabajo que lleva las prácticas fordistas a la hipérbole: supervisión minuciosa de los tiempos de trabajo, análisis y control de las gestualidades, sanciones por incumplimiento de un riguroso protocolo laboral basado en el lema “just in time”, entre otras prácticas similares. Finalmente, luego de una ardua lucha de trabajadores y trabajadoras que tuvieron que soportar la presión empresarial que intentó, a través de diversos medios, evitarlo, la conformación del sindicato pudo llevarse a cabo. 


Posteriormente, fueron trabajadores y trabajadoras de locales de Starbucks de Buffalo quienes iniciaron acciones para conseguir establecer un sindicato que les dé representación legal, nuevamente y como en el caso de Amazon, tuvieron que lidiar con tretas empresariales, que consistieron en una serie de estrategias de amedrentamiento, desde el envío de correos electrónicos instando a dar por terminado el tema, la visita de altos mandos a los locales hasta la contratación de empleados y empleadas a quienes se les instaba a votar contra la propuesta de formar un sindicato. Recordemos que en Estados Unidos es requisito que las y los trabajadores de cada tienda o local sometan la decisión de sindicalizarse a votación y que solo luego de ser reconocidos por la empresa pueden incorporarse a un sindicato que las y los representen. 


Durante la pandemia, varias empresas aumentaron ostentosamente sus ganancias: los trabajadores y trabajadoras tomaron nota de ello y decidieron organizarse para efectuar una serie de demandas al respecto. Lo sucedido en Amazon −en las plantas de Alabama y Nueva York− causó una suerte de efecto dominó que signó que, en varios puntos de Estados Unidos, se intentara −al menos− conformar sindicatos. Además, este proceso fue acompañado por mensajes de apoyo de la Presidencia Biden (direcciones sindicales formaron parte de la coalición electoral que hizo posible su llegada al gobierno y ahora están esperando que cumpla sus promesas de campaña). 


En septiembre de 2021, diez mil trabajadores y trabajadoras de la John Deere nucleados en United Auto Workes mantuvieron 14 plantas en huelga, solicitando mejoras salariales y beneficios en la atención de la salud. La gigante Nabisco también vio detenida su producción por una huelga de trabajadores y trabajadoras que peleaban por no perder los beneficios de las horas extra (entre otros recortes pretendidos por la empresa), situación similar aconteció en Kelloggs, y con los mineros del carbón en Alabama.  


Hace algunos días conocíamos que una nueva firma era testigo de la conformación de un sindicato en su interior: los trabajadores y trabajadoras de Apple de los locales de Maryland y Atlanta decidieron unirse y organizarse para efectivizar demandas colectivas, no sin antes sufrir las embestidas empresariales que parecen ser denominador común ante cualquier indicio de constitución sindical


¿Cómo se explica este fenómeno? Hay varios factores que pueden servir como respuestas tentativas de cara al proceso progresivo de organización y sindicalización de las y los trabajadores: alguna hipótesis considera que la pandemia fue un factor determinante ya que muchos trabajadores y trabajadoras sostuvieron desde las primeras líneas (y en condiciones que no fueron las mejores) la producción laboral, esto hizo las veces de un desencadenante en la toma de conciencia y la revalorización de las tareas realizadas, cosa que sirvió como puntapié inicial para reclamar mejoras salariales acordes a esa labor y al contexto en que se realizaba. Asimismo, muchas de las empresas lograron cuantiosas ganancias durante el periodo de pandemia y parte de los reclamos tenían que ver con la participación de las y los trabajadores en ellas. Por último, otro factor determinante fue el apoyo del gobierno estadounidense a la sindicalización: “La clase media construyó al país y fueron los sindicatos los que construyeron a la clase media” sostuvo Joe Biden en mayo del año pasado al cumplirse 100 días de su mandato.  


Capitalismo de plataformas, capitalismo 4.0, capitalismo digital, capitalismo abstracto o simplemente capitalismo, cualquiera sea el adjetivo o característica con que se lo defina, este parece presentarse siempre bajo el mismo axioma que se repite como un mantra: reducir costos para maximizar beneficios. El desarrollo de las tecnologías de la comunicación generó una conmoción en el mundo laboral a través de nuevas lógicas de producción, comercialización y relaciones laborales que parecen trastrocar todas las formas que conocíamos hasta ahora, no obstante, aún, los trabajadores y trabajadoras siguen encontrando en la unión y la sindicalización la alternativa más adecuada para resistir a los embistes de un capitalismo que puede cambiar las formas pero no las mañas. 


El prejuicio de las máquinas

Éric Sadin relata en un pasaje de su libro “La inteligencia artificial o el desafío del siglo. Anatomía de un antihumanismo radical” cómo una persona delega un sinfín de tareas a robots o una inteligencia artificial (IA) que, además de satisfacer los objetivos demandados, extrae una secuencia de datos que posteriormente serían separados, seleccionados y analizados para insinuarle nuevos consumos. Entre las tareas delegadas se encontraba la búsqueda de empleo a través de un motor de búsqueda que preseleccionaba y enviaba CV a las empresas que se ajustaban al perfil de interés de la persona. La persona accedía a una entrevista laboral por teleconferencia en la cual el empleador era sustituido por un bot y, posteriormente, una IA se dispondría a analizar variables como velocidad en las respuestas, gestualidad, tonos, movimiento de los ojos, postura y una cantidad de otros aspectos que iban a ser limitantes a la hora de la selección. Durante toda la entrevista la persona no lidiaba nunca con un par humano, sino que era sometida a la categorización preestablecida de un algoritmo. 


Es notable la proliferación y la presencia de la IA y sus derivados en las distintas instancias de los procesos laborales: desde la injerencia y marcación de los tiempos y rítmicas, el tecnocontrol, los análisis de datos, las evaluaciones de desempeño, hasta la potestad para sugerir o directamente despedir trabajadores y trabajadoras, así como el poder de decidir sobre la contratación de personal.


En lo que respecta a este último ítem, el algoritmo procesa una cantidad de datos que se ajusta al perfil de búsqueda de la empresa, ello le permite hacer una primera selección que ahorra tiempo y dinero en términos de uso de recursos humanos. El algoritmo es así una suerte de primer filtro, que no actúa de manera neutral ni imparcial −imaginario corriente que opera sobre la tecnología−, sino a través de una serie de juicios que se conocen como sesgos, y que están entrelazados con los modos en que se programó esa IA. Es decir, que derivan de las concepciones y valoraciones que hacen las propias personas que trabajan en su configuración. ¿Cómo actúan los sesgos? Si buscamos en Google “Familia feliz” podemos tener una muestra clara y tajante de cómo funcionan.

 

Un estudio reciente, titulado “Robots Enact Malignant Stereotypes”, sostiene que los robots están adquiriendo comportamientos racistas y sexistas. Mediante una serie de pruebas realizadas sobre una IA pudieron constatar la existencia de predilección hacia hombres sobre mujeres, hacia las personas blancas sobre las personas de color y que suele llegar a conclusiones estigmatizantes en relación con el rostro de la persona y su presunta profesión. 


“Prejuicio cifrado” (2020) es un documental que narra cómo la investigadora Joy Buolamwini descubrió, mientras desarrollaba aplicaciones para un departamento de la universidad en la que trabajaba, que su cara no era registrada por un sistema de reconocimiento facial. Lo que en principio le pareció un mero error técnico se evidencia luego como la reproducción de las lógicas estructurales que guían las clasificaciones sociales a través de prejuicios que se imprimen sobre las IA. Ciencia e inteligencia artificial comparten un sustantivo que no les pertenece: objetividad.


Aún más, ¿cómo conviven la IA y las discapacidades? Si efectivamente son sistemas universales al alcance de todos y todas, ¿qué sucede cuando una IA es incapaz de reconocer la voz de una persona con trastornos del habla? Aquí la proclamada inclusión (justificación que permite la subvención permanente en desarrollos de IA) que suscitan las nuevas tecnologías se manifiesta falaz, cuando no trunca. Y no es un tema menor dado que aquí también operan los sesgos y es menester ejecutar políticas y propuestas para revertirlos, como hizo, por ejemplo, la Sociedad Canadiense del Síndrome de Down (Canadian Down Syndrome Society −CDSS, por sus siglas en inglés−) cuando lanzó, en noviembre de 2019, un proyecto para que las compañías que diseñan asistentes de voz sumen a sus algoritmos datos de esa población.


Como podemos observar, el desarrollo de las IA presentan un sinnúmero de variables que hacen que nos preguntemos sobre cómo actúan, bajo qué parámetros y establecidos por quiénes. Y si las IA tienen cada vez una mayor presencia en las distintas etapas del proceso laboral, es menester de gobiernos y sindicatos estar atentos para que estas no perjudiquen a los sectores más vulnerables y marginados.  


En dos tweets: 

Inteligencia artificial:


Al parecer Elon Musk despertó con la leve sospecha de que sus empleados y empleadas eran los responsables de la crisis que atraviesa Tesla, y decidió que debían abandonar la holgazanería del home office y regresar al trabajo presencial. Musk tuvo un problema metodológico, pues no contempló que durante la pandemia su empresa había duplicado el personal y que sus oficinas no estaban preparadas para recibir tamaño volumen de trabajadores y trabajadoras. El panorama los y las mostraba sin lugar ni espacio para trabajar, sin acceso a internet ni lugar en la cochera donde dejar el auto. Un caos que no parece representar a una empresa dedicada a la inteligencia. (Al cierre de la presentación de este número, Elon ya “corrigió” su error despidiendo a 200 personas.)

Te contratará un

robot sin ley…


Black Lemoine es un ingeniero de Google que trabaja con un tipo de inteligencia artificial conocida como “modelo de lenguaje para aplicaciones de diálogo”, aplicada a la comprensión de su lenguaje. Lemoine fue suspendido hace unos días por Google porque declaró en algunos medios que la IA con la que estaba trabajando había cobrado conciencia y supo desarrollar sensitividad y sensibilidad, y le había dicho que su temor más grande era que la desconectasen. La IA convenció al ingeniero de Google para que lo pongan en contacto con personal que lo represente legalmente para demostrar que efectivamente es un ser viviente y que como tal tiene derechos que deben respetarse. Así, se convirtió en la primera IA en contar con representación jurídica.  

Recomendaciones al pasar

Desde la FES te invitamos a leer el informe Tecnología y Digitalización: el desafío sindical, un trabajo minucioso y detallado que intenta dar cuenta del impacto que las nuevas tecnologías causan en el trabajo, cómo los sindicatos se preparan ante este advenimiento y qué horizontes de acción vislumbran. 

¿Y si te decimos que hay una película que nos permite pensar en la relación humanos-robots, en el ambientalismo, el extractivismo y sus consecuencias, en el consumo irrestricto, en un futuro donde lo virtual y lo real se confunden y una población uniformada y casi sin cuerpo se dispone a consumir y consumir abocada a las lógicas del goce impuestas por las máquinas? ¿Y que además esa película está clasificada como de aventuras/infantil y es de 2008? Seguramente ya la viste (o no) pero es superinteresante volver a verla en código tecnocrítico: estamos hablando de “Wall-E”.

Esperamos que te haya gustado este número, seguramente pronto tendrás más noticias nuestras, si querés recomendarnos o suscribirte podés hacerlo a través de este link

¡Adiós! Hasta en el próximo número de #CONECTADXS.

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#Conectadxs es un producto de FES Argentina

Svenja Blanke, Directora de FES Argentina - Mónica Sladogna, Coordinadora Proyectos Sindicales