Estimado pueblo de Dios de las congregaciones del Sínodo de la Sierra Pacífica, el Sínodo del Suroeste de California y el Sínodo de Pacifica:
¡Gracia y paz para ustedes en el nombre del Cristo resucitado y ascendido!
Es con preocupación que hoy nos ponemos en contacto con ustedes, en vísperas del fin de semana del Día de los Caídos y el último domingo de Pascua, habiendo presenciado en un mensaje televisado por el Presidente de los Estados Unidos una declaración declarando que las iglesias de la nación deben abrirse para el culto público este fin de semana. Entendemos el fuerte deseo de nuestro pueblo de adorar juntos, particularmente en un fin de semana tan significativo como este. Deseamos afirmar por el bien de nuestra iglesia y su gente que creemos que el consejo para reabrir este fin de semana está en contradicción con la comprensión médica prevaleciente del curso de este virus y las formas de prevenir su propagación.
Les pedimos que sigan escuchando a aquellos expertos en salud pública estatales y locales que, utilizando la mejor información médica y científica disponible, ya nos han dado pautas sensatas a seguir en nuestros estados y en los condados de nuestros sínodos. Las iglesias siguen siendo lugares de riesgo particularmente de alto contagio, y los casos recientes en muchos estados han confirmado que la apertura prematura puede ser catastrófica. No podemos garantizar, en todas nuestras congregaciones, los requisitos de sanidad y distanciamiento necesarios para estar juntos para el culto. Tampoco ha disminuido el riesgo de infección en muchas partes de nuestros sínodos, y se necesitará tanto una reducción de las infecciones como medidas eficaces para bloquear el contagio antes de que podamos reunirnos de nuevo en persona.
Esto no es una cuestión de libertad religiosa. Nada terrenal —ningún gobierno, de hecho ningún virus— puede estar entre nosotros y el amor de Dios. La decisión de ponernos en cuarentena por un tiempo es una decisión de salud pública, y estamos obligados, por nuestro propio bien y por el bien de nuestro prójimo, a hacer lo correcto, que en este caso es abstenerse de reuniones no esenciales. Nuestra fe no es opcional, de hecho es "esencial" para nosotros como cristianos, pero no anula nuestro deber superior de considerar el bienestar de nuestro prójimo en un momento de emergencia médica.
Aunque en tiempos normales las personas de fe se reúnen cada semana para alabanza y proclamación en el día de la resurrección de Cristo, no estamos absolutamente obligados a hacerlo a pesar de todos los obstáculos. Tenemos alternativas en este momento; no necesitamos ser capaces de reunirnos físicamente para adorar a Dios, porque Dios escucha nuestras oraciones dondequiera que estemos y cuando estamos. Podemos orar, podemos escuchar la proclamación de la Palabra, y podemos leer y estudiar las Escrituras —incluso podemos reunirnos en comunidades digitales los domingos— sin ponernos en peligro a nosotros mismos y a los demás al reunirnos en nuestros edificios.
Los luteranos, en particular, saben que no hay nada sagrado en el edificio de una iglesia, excepto cuando nuestro sentimiento lo hace así, y que Dios esta tan accesible a nosotros en la intercesión personal como en la oración corporativa. Una vez más, decimos, este tiempo de separación no es un tiempo de separación de Dios. Pueden cultivar e incluso expandir e intensificar su fe en este tiempo de refugio en casa. Dios está con nosotros en cada uno de nuestros hogares ahora mismo tan ciertamente como Dios está con nosotros en cualquier lugar. Y en el momento apropiado y seguro, nos reuniremos de nuevo para la adoración cara a cara que tanto extrañamos y que ardientemente anhelamos. Compartimos una esperanza que llegará pronto.
Una vez más, no creemos que retomar la adoración en persona antes de los avisos de salud pública es una buena opción. No sería prudente ni fiel que pongamos en peligro a nuestros ancianos y a las comunidades que viven en pobreza y de color que se han visto afectadas desproporcionadamente por el COVID-19. Tampoco sería fiel exponernos a nosotros mismos y a nuestros amigos al contagio, ni apresurarnos a las reuniones que son más propensas a hacernos daño que a traernos la paz que deseamos.
Hacemos un llamado a los pastores, diáconos y lideres laicos de nuestros sínodos que cumplan con las directrices permanentes de salud pública en sus localidades. Reconocemos que, a medida que estas directrices vayan cambiando, mantendremos un diálogo con ustedes. Nuestra fidelidad a Dios se demuestra por nuestro amor a nuestro prójimo, y en esta situación hay un claro testimonio que dar, el que mejor demuestra el cuidado de los demás.
Que Dios nos bendiga y nos proteja a todos.
Obispo Mark W. Holmerud
Obispo R. Guy Erwin
Obispo Andy Taylor
Mayo 22, 2020