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Our Antidote to Dread:
A Christmas Message

My siblings in Christ:

On behalf of all of us at St. Paul’s Commons; from Kathy’s and my home to yours; in our companionship along the broad Anglican way, seeking God’s righteousness, justice, and, in one another, God’s beautiful plural face; in anticipation of our remembrance of the moment in Bethlehem when creation boggled at the immensity and the minute particularity of the love of our God in Christ – I write to wish you and those you love a blessed, peaceful, rejuvenating, and hope-addled Christmas.

I reckon you and me, each of us, as precious and unique members of a diocesan family pledged to manifest Christ’s abundant love as only we Episco-Pals can, in scary, secularizing, spiritually hungry times that need Christ as desperately as in any era since the days of the apostles. Remember that even in the first years along the Way, when people still lived who had experienced Jesus in the flesh, witnessed his death and Resurrection, and even heard the tales of his birth in Bethlehem and childhood in Nazareth, the average Christian’s neighbor wasn’t likely to believe as they did, any more than our neighbor is likely to believe as we do.

Yet with determination and against terrific odds, the apostles proclaimed the saving love of Christ – and we do as well. We do it because, by grace, the Bethlehem baby has found room in our hearts. Word of the Father, now in flesh appearing. We do it because our faith and practice make us strong. They light our way toward the peace and joy God has prepared for us. They bind us together in fellowship and service. When the world makes us tremble -- when tyranny is on the march, bigotry rips at the tender bonds our loving God has created among all God’s creatures, or personal challenges beset us – our faith and practice are our courage and hope.
Kathy and I have four children and two grandchildren. With you, we worry about what the ghosts of all our possible Christmases future portend. Ruinous climate change, and rumors of widening war. Socio-economic upheaval, and society’s persistent failure to provide freedom and justice for all. Life’s inevitable losses and sadnesses. Whatever our dreads, they feel the same in the 21st century as in the first.

The Christmas story is dread’s antidote. Isaiah, the prophet of Advent, declares, “Do not fear, or be afraid; have I not told you of old and declared it?” Matthew says an angel of the Lord told Joseph not to fear people’s gossip about Mary. In Luke, the angels tell the shepherds not to be afraid, because they bring tidings of great joy, the birth of the Savior of the world.

During Holy Week, we recall Christ’s work on the cross. Christmas was God’s and Mary’s labor of love. Both mighty acts wear away at the power of fear. Fear paralyzes us; Christ’s love empowers us. Fear pits people against one another; love binds us together. Fear teaches that we can’t; Christ whispers that we must. Fear can only lead us and the world to darker and darker places; we see it in our lives and in the news every day. Christ’s love redeems the whole creation over and over again.

God bless you this Christmas, and in the year to come.

Yours in Christ’s love,

The Rt. Rev. John Harvey Taylor
VII Bishop of Los Angeles
Nuestro Antídoto contra el Temor: Un Mensaje de Navidad

Mis hermanas y hermanos en Cristo:

En nombre de todos y todas aquí en St. Paul’s Commons; desde el hogar de Kathy y mío, hacia sus hogares; caminamos en compañerismo a lo largo de la camino Anglicano, buscando la rectitud y justicia de Dios así como el rostro plural y hermoso de Dios en nuestro prójimo; y en anticipación de nuestra conmemoración del momento en Belén cuando toda la creación quedó deslumbrada tanto por la inmensidad como por la pequeñez de la particularidad del amor de nuestro Dios en Cristo – les escribo para desearles a ustedes y aquellos que ustedes aman, una Navidad restauradora, llena de bendiciones, paz y esperanza.

Les considero tanto a ustedes como a mí, a cada uno de nosotros, como miembros valiosos y únicos de una familia diocesana comprometida a manifestar el amor abundante de Dios de la manera que únicamente los episcopales podemos hacerlo en el medio de tiempos alarmantes, secularizantes, y con gran hambre espiritual, que de gran manera necesitan de Cristo como ha sucedido en toda era desde los tiempos de los apóstoles. Recuerden que aún en los primeros años a lo largo del Camino, cuando todavía vivían las personas que habían experimentado a Jesús, su muerte y su resurrección en carne propia, y quizás hasta escucharon los relatos de su nacimiento en Belén y su niñez en Nazaret, y cuyos vecinos probablemente no creerían en El de la misma manera que ellos, así también como algunos de nuestros vecinos tampoco lo hacen.

Y, sin embargo, con determinación y contra todo pronóstico, los apóstoles proclamaron acerca del amor salvador de Cristo – y nosotros lo hacemos también. Lo hacemos porque por gracia el bebé de Belén ha encontrado posada en nuestros corazones. El Santo Mesías, el verbo humanado. Lo hacemos porque nuestra fe y nuestra práctica nos fortalece. Alumbran nuestro camino hacia la paz y el gozo que Dios ha preparado para nosotros. Nos une en compañerismo y servicio. Cuando el mundo nos estremece – cuando la tiranía se encuentra en plena marcha, el prejuicio desgarra los delicados vínculos que nuestro amado Dios ha creado en todas sus criaturas, y nuestros desafíos personales nos asaltan – es cuando nuestra fe y nuestra práctica nos llenan de valor y esperanza.
Kathy y yo tenemos cuatro hijos y dos nietas. Y junto con ustedes, nos preocupa lo que el fantasma de la Navidad futura pueda presagiar. Cambios climáticos catastróficos y rumores de una guerra que se extiende. Revueltas socioeconómicas, y un persistente fracaso de proveer libertad y justicia para todos. Las pérdidas y las tristezas inevitables de la vida. Cualquiera que sea nuestro temor, se siente igual en el siglo veintiuno como en el primero.

El relato de la Navidad es un antídoto para nuestros temores. Isaías, el profeta de Adviento, declara, “Pero, ¡ánimo, no tengan miedo! Yo así lo dije y lo anuncié desde hace mucho” Mateo dice que un ángel del Señor le dijo a José que no tuviera miedo de lo que diga la gente sobre María. En Lucas, los ángeles les dicen a los pastores que no tengan miedo porque les traen una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos, el nacimiento del Salvador del mundo.

Durante la Semana Santa, recordamos la obra de Cristo en la cruz. La Navidad fue la obra de amor de Dios y María. Dos actos poderosos que derrumban el poder del temor. El temor nos paraliza; el amor de Cristo nos empodera. El temor nos pone el uno contra el otro; el amor nos une. El temor nos dice que no podemos; Cristo nos susurra que debemos. El temor solamente puede llevar al mundo a lugares oscuros y más oscuros; lo vemos en las noticias todos los días. El amor de Cristo redime a toda la creación una y otra vez.

Que Dios les bendiga en este Adviento y Navidad, y en el próximo año.

Suyos en el amor de Cristo,

El Rvdmo. John Harvey Taylor
VII Obispo de Los Ángeles