En noviembre, el “Mes de la Memoria,” nuestra tradición católica nos invita a reconocer la profunda conexión que tenemos con los Santos en el cielo y con nuestros seres queridos que han partido. Al celebrar el Día de Todos los Santos (1 de noviembre) y el Día de los Fieles Difuntos (2 de noviembre), recordamos a quienes caminaron antes que nosotros: nuestros familiares y nuestros antepasados espirituales. Cristo, a través de su vida, muerte y resurrección, nos une a ellos. Les pedimos sus oraciones y tratamos de seguir su ejemplo.
Este sentido de continuidad y conexión es aún más especial mientras nos preparamos para recibir al Obispo James T. Schuerman el domingo 17 de noviembre, en mi Misa de Instalación como su párroco. Esta ceremonia es más que una formalidad; es un recordatorio poderoso de la unidad de la Iglesia y nuestro lugar en ella. La presencia de nuestro obispo simboliza nuestro vínculo con la Arquidiócesis y la Iglesia universal. La participación activa del personal de la parroquia, el consejo de finanzas y el consejo pastoral al inicio de la liturgia nos recuerda que todos somos partes esenciales del Cuerpo de Cristo, unidos en amor, propósito y misión.
Como su nuevo pastor, me siento honrado de pararme sobre los hombros de quienes han servido antes de mí, beneficiándome de su entrega y dedicación a estas parroquias. De la misma manera, todos somos herederos de la fe de nuestros antepasados. No estaríamos aquí, celebrando juntos, sin su compromiso de transmitir la fe. Ellos oraron, sacrificaron y construyeron comunidades que se mantienen firmes gracias a su fe en Jesucristo.
Hoy, estamos llamados a honrar su legado al vivir nuestra fe activamente y compartiéndola con las futuras generaciones. Recemos este mes por nuestros seres queridos difuntos, confiando en que están intercediendo por nosotros. Y que, inspirados por su ejemplo, sigamos construyendo nuestras parroquias para que sean dignas de la gran fe que hemos heredado.
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