Queridos hermanos,
Ya iniciamos el décimo mes de este año en el que notaremos con más claridad los cambios en los árboles, en las horas de salida y puesta del sol y en el clima en general, confirmando que el otoño ha llegado. También, poco a poco, los mensajes de las lecturas de las misas de este mes nos van preparando para para el cambio del año litúrgico que, a diferencia del año civil, no comienza en enero sino en diciembre. Este mes puede ser un tiempo propicio para evaluar cómo, no sólo la naturaleza sino también cada uno de nosotros, ha evolucionado este año para acercarnos y ser más como Jesús.
Octubre también es el mes en el que se conmemora 532 años de la llegada de Cristóbal Colón a América, un evento que transformó por completo la historia de la humanidad. Millones de indígenas murieron a causa de las enfermedades producidas por los gérmenes traídos por los colonizadores y otros murieron por las acciones violentas asociadas a la conquista. Por otro lado, hombres y mujeres fueron traídos de África a este continente en calidad de esclavos para trabajar en plantaciones de caña, algodón y en la minería. Con el paso del tiempo, la mezcla -en diferentes proporciones- de europeos, indígenas y africanos resultó en la aparición de una rica diversidad cultural y étnica de la que todos somos ejemplos vivos. Con sus luces y sombras, la llegada de los europeos al continente significó también la llegada del evangelio a esta parte del mundo. La fe que profesamos es otro de los frutos de un viaje que, si bien no tenía motivación religiosa, sirvió para abrir nuevos espacios al mensaje del evangelio y terminó configurando en gran parte lo que somos como humanos y como iglesia.
Al iniciar este mes los invito a dos cosas. Primero, a pensar en que así, como Cristóbal Colón, inició con curiosidad y audacia un viaje que transformó la humanidad, pensemos en las acciones, no necesariamente tan espectaculares, que puedan provocar cambios en nuestro entorno, y que sean para bien. Segundo, con el recurso de las lecturas que escuchamos en misa y la contemplación orada y reflexiva de los árboles que dejan caer sus hojas en otoño, dejemos caer aquellos hábitos y actitudes negativas que no dan frutos para Dios ni para el bien de nuestros hermanos.
Bendiciones abundantes!
P. Renzo
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