Durante estos días, las lecturas nos van a ir preparando para la fiesta de Pentecostés, que es el día en que Jesucristo derramó el Espíritu Santo sobre los apóstoles.
En el Evangelio de este domingo el Señor se comporta como esa madre que antes de dejar a su hijo en la escuela el primer dia de clases trata de tranquilizarle y llenarlo de confianza y seguridad. Y yo le pediré al Padre que les mande otro Defensor, el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con ustedes. (Jn 14:16)
Jesús se está despidiendo, ve tristes y abatidos a sus discipulos. Pronto no le tendrán a él.
En nuestros dias experimentar la sensación de quedarte huérfano de Dios es más frecuente de lo que pueda parecer. Ser huerfano es sin duda alguna una de las cosas más dolorosas y conflictivas que una persona puede pasar porque es similar a sentirse completamente solo en el mundo.
“No te dejaré huérfano”. En algún momento todos queremos o incluso necesitamos escuchar estas palabras. Hablan directamente de algunos de nuestros mayores miedos y desafíos; abandono y aislamiento, soledad, vulnerabilidad.
Cualquiera que alguna vez haya amado y perdido (un cónyuge, un hijo, un amigo, seguridad, el trabajo, esperanza) conoce las preguntas del huérfano. ¿Qué haré ahora? ¿A dónde voy? ¿Qué pasa después? ¿Quién me amará, cuidará y guiará? ¿Quién está de mi lado? ¿Qué será de mí?
»No los voy a dejar huérfanos; volveré para estar con ustedes. (Jn:14,18)
“No te dejaré huérfano”. Esa es la promesa. Independientemente de las circunstancias de nuestra vida, tormentas, muerte, separación.
“No te dejaré huérfano”. Una y otra vez, día tras día, sin importar lo que esté sucediendo en nuestras vidas, esa es la promesa de Jesús. No hemos sido abandonados, nunca hemos sido ni seremos huérfanos de Dios.
Al acercarnos a Pentecostés, Jesús prepara a sus apóstoles para el Espíritu Santo, a través del cual se edificará la Iglesia y se convertirán las naciones.
Les invito a pedir al Señor que no nos deje solos y que nos envíe el Espíritu Santo. Pidámosle también que abramos el corazón para que nos dejemos guiar por Él, seamos más fieles a Dios y más entregados a los demás aunque nos cueste.
El Reverendo Rafael Garcia
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