Por Alejandra Trujillo
Las mujeres han sido protagonistas de las luchas sindicales en toda la historia.
Desde 1908 en la huelga de las trabajadoras textiles en Nueva York en la que pedían mejores salarios, reducción de jornadas y el derecho al voto, hasta en la actualidad, cuando aun siendo minoría en los órganos de dirección de los sindicatos, luchan por un mundo del trabajo libre de violencia, por incluir el trabajo de cuidado como un tema central en la agenda sindical o por mayores espacios de representación.
Las brechas en el mundo del trabajo, como la discriminación, el mayor desempleo, la alta tasa de ocupación en trabajos del cuidado, la sobrecarga por el cuidado no remunerado y la necesidad de conciliar la vida laboral y familiar, son realidades que tienen que incorporarse en las agendas de los sindicatos y en las negociaciones colectivas. Allí las voces de las mujeres son decisivas, así como sus iniciativas y propuestas.
Aunque todavía tenemos un sindicalismo en el que la mayoría de los dirigentes son hombres, en el caso colombiano las mujeres representan el 48% de la afiliación y solo el 21% en las estructuras directivas, las agendas feministas han ido incluyéndose por las voces y la persistencia colectiva de las mujeres. Es innegable su contribución para evidenciar la necesidad de construir un sindicalismo más representativo, más democrático, más incluyente y más diverso.
El camino hacia un sindicalismo más equitativo y justo sigue en construcción. La participación activa y el trabajo colectivo de las mujeres ha sido y sigue siendo clave para transformar el mundo del trabajo, impulsando cambios que permitan reducir las brechas de género y garantizar condiciones laborales dignas para todas y todos.
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