El gran filósofo de las ciencias Carl Sagan no era persona religiosa — es decir que no asistía a la iglesia. Ni pasaba tiempo hablando mal de la religión. Saga simplemente era un buen hombre brillante quien murió de cáncer a la edad de 67 años. Y luchaba como los demás de nosotros sobre el significado de la muerte. Se reporta que después de que murió su madre, terminó una discusión sobre la vida y la muerte por decir,
“Espero ver a mi madre otra vez, y no deseo oír argumentos al contrario.”
De verdad me gustó eso, y tengo sospechas que muchos de nosotros sentimos lo mismo.
El argumento conciso de Pablo sobre la resurrección revela cuestiones semejantes y luchas semejantes con que todas personas serias han luchado sobre el tema de la resurrección, o lo que pasa cuando morimos.
Pablo se dirige a la cuestión en un manera muy directa:
“Si solamente para esta vida esperamos en Cristo, somo los más dignos de lástima de todos los hombres.”
Parece ser que Pablo no se interesa en un debate liberal/conservador sobre la cuestión tampoco. Creo que dice, “Mira, si has experimentado la bondad de conocer el amor de Dios aquí y ahora, seguramente algo llamado muerte no refuta tal amor.”
Mi madre, a quien le gustaba cantar mientras usando una plancha vieja, cantaba
En Jesucristo, mártir de paz
que en inglés habla de
“anticipo de la gloria divina
.” Ahora, la vida en esa granja con tierra arenosa y agotada en la parte oriental de Texas en julio, usando una plancha de hierro que había de calentar en la estufa de madera y manejada con un guante de trabajo, no era fácil. Y su cuerpo también estaba torcido con los primeros pasos de osteoporosis — pero jamás se quejó. Ella conocía algo de ese “anticipo de la gloria divina.”
Quizás eso es lo que es la vida auténtica, si es experimentada correctamente — un anticipo de las cosas que van a venir. ¿Quiero decir el ir al cielo? ¿Es una mecedora en el cielo? ¿Es un premio por una vida vivida bien? Pues no, estas imágenes son basadas en teorías de premio y castigo — y no tienen nada que hacer con fe genuina, como diciendo, si vivimos para hacerlo correctamente, habrá un premio consuelo. “Si no hay premio, pues, ¿cuál es el punto de tratar de ser bueno? un amigo me preguntó. Yo dije, “Dios, ten piedad.”
Déjenme relatarles la historia del Sr. C. M. Coatney, quien era el dueño de la tienda donde mis padres compraban sus comestibles a crédito en los días terribles de la Gran Depresión. Él conocía algo del anticipo.
Un día le dio a mi padre un paquete para mi madre. Era una de las primeras planchas de vapor. Mi padre dijo que estaba fuera de nuestra alcance. El Sr. Coatney entonces le dijo a mi padre que era un regalo. El Sr. Coatney también nos distribuía bastones de caramelo en la Escuela Dominical a los niños. En esos tiempos desesperados, dulces eran verdaderamente raros y especiales.
Muchos años más tarde cuando yo regresé a mi hogar y visité la iglesia, había este hombre viejo, canoso y torcido, de pie cerca de los acomodadores, distribuyendo dulces a todavía otra generación — y esos niños eran mayormente hispanos. Tengo sospechas que este buen hombre quien vivió hasta casi 100 años jamás dio un pensamiento a ganar algún premio — pero habría sabido el significado de la respuesta del Obispo Ruben Job a la pregunta, “¿Cuáles son los premios del ministerio?” El Obispo respondía, “Si lo hacemos correctamente, el ministerio es su propio premio.”
Después de servir iglesias en Iowa durante más de cincuenta años, en un estado verdaderamente pequeño, personas no conocidas me acercarán y me dirán, “Te recuerdo,” y entonces me hablarán de algún momento o suceso que compartimos. O pienso en la estudiante de la universidad que me preguntó en un café local, “¿No eras el Reverendo Cotton?” Entonces, algo mortificada, me dijo algo que dije que había hecho una diferencia en su vida. No es mejor que eso.
El himno viejo “En Jesucristo, mártir de paz” no fue considerado digno teológicamente. Pero todavía puedo oír a mi madre cantando “Qué anticipo de la gloria divina.” Y te juro que, cuando cerramos la casa después de la muerte de mi padre, esa primera planche de vapor todavía estaba en su lugar especial.
Querido Dios, dador de la vida, el que nos da propósito, el principio y el fin de todas cosas, te damos gracias por hacer visible la vida eterna por el ministerio de gente común, quien vive simplemente y mueven y tienen su ser con la confianza segura en la resurrección y la vida eterna. Amén.
*Fanny Crosby, “Blessed Assurance, Jesus is Mine,” Himnario Metodista Unida, p. 224 [“En Jesucristo, mártir de paz, Mil Voces para Celebrar, p. 65].