Esta lectura trata con el estar perdido y encontrado. Jesús ofrecerá tres ejemplos y la parábola del hijo perdido ensombrece los dos primeros, así que úselo en otro momento.
Una regla crucial para seguir cuando tratando con una parábola es mirar primero a por qué relató Jesús la parábola y a quién. En este caso los Fariseos y los Escribas estaban murmurando, diciendo, “Este recibe a los pecadores y come con ellos.” Jesús, oyendo a sus críticos, responde por relatarles tres parábolas: la oveja perdida, la moneda perdida, y también el hijo perdido.
Pierdo cosas, así que en esta lectura tanto es personal. Y conozco a jóvenes que parecen como ovejas perdidas sin nadie para cuidarlos.
Así que, ¿qué podemos decir acerca de estas parábolas que se ha sido proclamado 99 veces? Hay que reflexionar.
Vamos a ver. Alguien va a asegurar que el pastor pague por dejar al rebaño para que los lobos puedan atacarlo, mientras que el busca a una oveja perdida. Y nos cansamos de la pobre viuda informándonos de la moneda perdida. Su vida trata totalmente con las pérdidas desde que murió su esposo. Los pastores conocen a esa mujer tan bien, con su lamento de dolor.
La parábola ofrece un espejo para la vida. Nos muestra en los momentos difíciles. Las parábolas hablan de la pérdida – la clase que experimentamos. ¿Cómo respondemos a la vida en los lugares difíciles nos hace interesantes. La buena prédica nos pone en la historia.
Los predicadores que hace el mejor trabajo nos ayudan a vera que tan malo que es la pérdida, no es el fin del mundo. Nuestra respuesta es la parte crucial. La viuda es persistente exactamente como fue mi abuela. El pastor sabe que el buscar a una oveja perdida es exactamente lo que haría un pastor que vale la pena. Conozco a granjeros que llevan a corderos recién nacidos a sus casas para que puedan vivir toda la noche. Y hay padres que permiten que el/la hijo/a quede en casa después de abandonar a la escuela mientras que lucha con sentir perdido/a.
La meta del sermón es evitar el predecible. Kierkegaard creía que el sermón debe sorprender al escuchador. ¡La predictibilidad es el gran enemigo de la prédica!
La buena prédica evita la definición del sermón en el Diccionario Oxford como “una conferencia larga y detallada.” Todavía recuerdo lo que dijo Fosdick en una conferencia con título
“¿Qué Pasa con la Prédica Hoy?”
Notó que estaríamos asombrados con el número de personas que no quieren oír la historia de los jebuseos.
He estado investigando el arte de la prédica por mirar por los hombros de algunos predicadores a quienes estimo. John Ruskin dijo que el sermón debe ser 30 minutos para “resucitar a los muertos” (yo pienso más como 15 minutos en estos días). Un colega Gene Lowery dijo, “Si comienzas con un picor, hay que encontrar un rasgar.” Fred Craddock no dijo una vez, “Si hierve agua, por lo menos debe hacer sopa.” El predicador negro diría,
“Comience despacio,
Vaya despacio,
Levante el brazo y toque el fuego,
Siéntese en la tormenta.”
Finalmente, el sermón debe tener ese momento especial que es personal cuando oyes algo que tiene tu nombre – una verdad inevitable. Quizás tu cabeza no cae hasta el miércoles, pero regresarás para más.
Querido Dios, entra en nuestros sermones, ayúdanos a pagar personalmente para que los escuchadores oigan y sepan que somos seguros y libres para vivir y amar y hacer tu trabajo. Oramos en el nombre de Jesús. Amén.