¿América Latina en una nueva Guerra Fría?
Mientras en América Latina y el Caribe crece la inquietud y el debate sobre qué tipo de seguridad se necesita ante el crimen organizado, nacional e internacional (tema que trata la firma invitada y diversos recursos de este Newsletter), Estados Unidos se muestra interesado en que el continente tome posición en la confrontación de este país con China. Así lo indican las declaraciones de la General Laura J. Richardson, comandante del Comando Sur.
La General Richardson ha visitado en los últimos meses diversos países de la región y en declaraciones ante el Congreso estadounidense subraya que debe haber una alianza entre Washington y sus vecinos continentales para contener la presencia de China. Su discurso describe una penetración en múltiples sectores, incluyendo tecnología, seguridad, explotación ilegal de recursos naturales y acceso a minerales estratégicos para la nueva Revolución Industrial. A la vez, denuncia potenciales complicidades con el crimen organizado a través del sistema financiero de China.
Desde hace dos décadas las inversiones y presencia de China en diversos campos se ha incrementado en América Latina, incluso en países tradicionalmente aliados de Estados Unidos como Colombia. Un informe del Parlamento Europeo señala que, en los últimos 20 años, China se ha convertido en el segundo socio comercial de América Latina y el Caribe (ALC). Entre 2000 y 2020, el comercio entre China y ALC se multiplicó por 26, de 12.000 millones de dólares a 310.000 millones de dólares. China también se encuentra entre las principales fuentes de inversión extranjera directa y financiación para la región.
La diversificación de relaciones comerciales e inversores es un hecho en el mundo actual, en absoluto exclusivo de América Latina, que tiene múltiples centros de poder y en el que las lealtades ideológicas han desaparecido. El crecimiento y alcance global de China se ha debido, en gran medida, a las inversiones masivas que durante décadas llevaron a cabo empresas de Estados Unidos y Europa en ese país.
Las declaraciones de la General Richardson no tienen contexto económico ni comercial, ni parecen tener en cuenta que la Guerra Fría acabó en 1991. Revivir políticas y procedimientos de esa época propicia complicados peligros. Diversos expertos de Estados Unidos plantean que Washington y Pekín deben buscar una convivencia en el terreno de la seguridad con “cooperación competitiva” en los terrenos económico-comercial. Pero Richardson plantea, y urge, a que América Latina pase a formar parte de un bloque contrario a China bajo el liderazgo de su país. Dada su condición de jefa del Comando Sur, la implicación de que ese bloque combine seguridad con economía es implícita.
Sin duda conviene que cada estado y el conjunto de la región reflexionen sobre las alianzas e implicaciones políticas, de seguridad, medioambientales, sobre democracia, derechos humanos y laborales, y otros aspectos, que acarrean los compromisos comerciales y económicos. Sería importante que regionalmente se discutiese el presente y futuro de las relaciones con China. Pero estas discusiones no deberían partir de prejuicios ni de presiones de Estados Unidos, un socio con el que la región ha tenido relaciones conflictivas en muchas ocasiones. Más aún, Estados Unidos ha descuidado durante varias décadas los vínculos con sus vecinos, y si Donald Trump gana las elecciones en noviembre próximo se abre un panorama con muchas incertidumbres.
|