In Balboa Park, behind the Museum of Natural History, sits a Moreton Bay Fig tree. If you have spent any time in Balboa Park, you have probably marveled at this tree. It was planted just before the 1915 exhibition and is rumored to have come in a five-gallon bucket. When it was last measured in 1996 it was over 78 feet high and its branch canopy measured over 123 feet. Spectacular is the word that comes to mind.

If you visit that tree now, there is a fence that surrounds it. The fence protects the ground that surrounds it from being compacted and gives room for the magnificent roots which twist and turn above and below the ground to get the nutrients they need. When I was a child I ate many a school lunch under that tree. With my friends I would leap from root to root, and climb as high as I possibly could before a zealous chaperone yelled for me to come back down to safety. What happened under that tree was almost always more fun and engaging than the exhibit we had been brought to the museum to explore.

This past January I was one of more than 20 people from our diocese to attend the Rooted in Jesus conference in Atlanta, GA. The conference hosted and engaged over 1,200 Episcopalians from all over the country. The speakers were excellent and the content was rich.

The conference included seven tracks: Evangelism, Formation, Mission, Leadership, Communications, Preaching, and Stewardship.

And while it was possible to focus on only one track, it was also possible to leap from root to root selecting a variety of workshops across all the disciplines. I chose to primarily focus on the Formation track. A few of my favorite workshops included those that considered our approach to confirmation, how we could explore and reengage with our baptismal covenant, what formation can look like outside of Sunday morning, and how we support college students not just on campus but also in our home parishes. I was pushed, pulled, challenged, and engaged.

Conferences like Rooted in Jesus are not only an opportunity to learn, they are also a time to renew our relationship with Christ and with our faith communities. Asking hard questions and being surrounded by people that ask them of us in return, pushes us to consider the health of our faith roots. Are we nourishing ourselves on scripture? Are we watering ourselves with God’s love? Are we encouraging our roots to grow deep and wide so that there is room under the canopy for all? None of these are easy questions, but perhaps considering them is an important step in being truly rooted in Jesus.

With a grateful heart,

Charlette Preslar

Youth Missioner The Episcopal Diocese of San Diego

Director of Youth and Family Christ Church Coronado

Lay Chaplain Christ Church Day School

En el parque Balboa, detrás del Museo de Historia Natural, se encuentra una higuera de bahía Moreton. Si has pasado algún tiempo en el parque Balboa, probablemente te hayas maravillado con este árbol. Fue plantado justo antes de la exhibición de 1915 y se rumora que vino en una cubeta de cinco galones. Cuando se midió por última vez en 1996 tenía más de 78 pies de altura y su dosel de ramas medía más de 123 pies. Espectacular es la palabra que viene a la mente.

Si visitas ese árbol ahora, está rodeado por una cerca. La cerca protege el suelo que lo rodea de ser compactado y da espacio a las magníficas raíces que se encorvan y giran por encima y por debajo del suelo para obtener los nutrientes que necesitan. Cuando niña comí muchos almuerzos escolares bajo ese árbol. Saltaba de raíz en raíz y trepaba lo más alto que podía con mis amigos, antes de que un chaperón entusiasta gritara para que yo volviera a estar a salvo. Lo que sucedía bajo ese árbol fue casi siempre más divertido y atractivo que la exposición por la que habíamos sido traídos al museo para explorar.

Este mes pasado de enero fui una de las más de 20 personas de nuestra diócesis que asistieron a la conferencia Rooted in Jesus en Atlanta, GA. La conferencia fue anfitriona y se involucró con más de 1,200 episcopales de todo el país. Los oradores fueron excelentes y el contenido fue enriquecedor.

La conferencia incluyó siete temas: Evangelismo, Formación, Misión, Liderazgo, Comunicaciones, Predicación y Administración.

Y mientras era posible centrarse en un solo tema, también era posible saltar de raíz en raíz seleccionando una variedad de talleres a través de todas las disciplinas. Yo elegí centrarme en la pista de formación. Algunos de mis talleres favoritos incluyeron aquellos que consideraron nuestro enfoque de confirmación, cómo podríamos explorar y relacionarnos con nuestro convenio bautismal, cómo puede ser la formación fuera del domingo por la mañana y cómo apoyamos a los estudiantes universitarios no sólo en el campus, sino también en nuestras parroquias de origen. Fui empujada, jalada, desafiada y comprometida.

Conferencias como Arraigado en Jesús no son sólo una oportunidad para aprender, sino que también son un momento para renovar nuestra relación con Cristo y con nuestras comunidades de fe. Hacer preguntas difíciles y estar rodeados de personas que nos las preguntan de regreso nos empuja a considerar la salud de nuestras raíces en la fe. ¿Nos estamos nutriendo de las Escrituras? ¿Nos estamos regando con el amor de Dios? ¿Estamos alentando a nuestras raíces a crecer anchas y profundas para que haya espacio bajo el dosel para todos? Ninguna de estas son preguntas fáciles, pero tal vez considerarlas es un paso importante para estar verdaderamente arraigado en Jesús.

Con un corazón agradecido,

Charlette Preslar

Misionera Juvenil de La Diócesis Episcopal de San Diego

Directora de la Juventud y la Familia en la Iglesia de Christ Church, Coronado

Capellán de la Escuela de día de Christ Church